viernes, 8 de noviembre de 2013

Voluntad y unidad



Caían desde el cielo grandes gotas de vivos colores, tiñiendo el prado y las ropas de los tres niños. Cayó del firmamento un gigante, sujetó del brazo a uno de los pequeños, al hacerlo el gigante cósmico se convirtió en un niño humano. Levantándose formó una huevo de colores transparente con su dedo índice, dejando dentro del huevo a los niños y a sí mismo. Afuera ya no era el jardín de juegos, Sino estrellas y planetas girando. Los pequeños se asombraron al observarlo  y comprenderlo TODO, que a la vez es  NADA...

Al observar la naturaleza podemos notar cómo todos los elementos están dispuestos en perfecta armonía, todos los seres del reino natural obran en un mismo coro para formar la sinfonía cósmica. El agua que fluye  amoldándose a su medio, la caña que se mece flexible junto a los vientos, los árboles que crecen naturalmente a través de las zonas de menor tensión en el espacio. Todo se desarrolla a través del entramado universal formando una obra viviente que pulsa su energía sin objetivo, sin anhelos, sólo manifiestan su propia existencia, su propia esencia, simplemente son.
 En contra parte el ser humano tiene la facultad de contradecir esta naturaleza, que no es sólo una naturaleza externa, sino que forma parte internamente del propio ser humano, es decir, el ser humano tiene la facultad de ir en contra de su propia naturaleza. El hombre-mujer es capaz de construir un pilar de hormigón en medio de este paisaje onírico, irrumpiendo con el flujo de energía primigenio que nos aúna, dificultando la comunicación entre su mundo externo y su mundo interno, entre su consciente y su inconsciente. Es así como las dificultades y las angustias aparecen. Aquél pilar de hormigón, aquél edificio, aquella casa, aquella respuesta, aquella reacción, aquellas palabras duras, aquellas frustraciones que aparecen cuando “no pasa lo que YO quiero que pase” están fuera de la armonía y representan la voluntad del ser humano que pasa por sobre la voluntad de la naturaleza universal.  Cuando nuestra voluntad pasa por encima de la voluntad del universo comenzamos a encontrarnos con obstáculos y caminos difíciles, expresiones como “El trabajo duro” y “Sudar para ganar el pan” son la evidencia. Estas creencias y paradigmas que hemos dejado que penetren profundo en nuestras vidas generan toda clase de situaciones en donde se deben sufrir penurias para alcanzar las metas.

¿Estamos libres de esto?, ¿Puede haber otro camino?.

Si aprendemos a reconocer cuándo está actuando nuestra voluntad egoísta, por sobre el camino natural de los acontecimientos, si aprendemos a equilibrar nuestro corazón y nuestra razón, si logramos unir nuestro ser fragmentado, podríamos llegar a cambiar el paradigma de la existencia humana, acabar con la ilusión de separatidad, terminar con el sufrimiento innecesario y sublimar la maravillosa esencia del ser para disfrutar la vida simplemente viviéndola en estado de unidad con nosotros mismos, con nuestros pares y con todos los seres.
Seríamos la caña de azúcar meciéndose al viento y no en contra del viento. Seríamos el agua que fluye por el río, no contra la roca. Seríamos el amor unificador y no el miedo separatista.

El gigante sin ya ser gigante apuntó a uno de los niños mientras miraba al cielo desde dentro del huevo de colores:

- No hay nada... entre tú y yo... - Hizo una pausa - entre yo y tú no existe espacio alguno, todo espacio es ilusión...
Somos uno.

         


Daniel H.V