Caían desde el cielo grandes gotas de vivos colores, tiñiendo el prado
y las ropas de los tres niños. Cayó del firmamento un gigante, sujetó del brazo
a uno de los pequeños, al hacerlo el gigante cósmico se convirtió en un niño
humano. Levantándose formó una huevo de colores transparente con su dedo
índice, dejando dentro del huevo a los niños y a sí mismo. Afuera ya no era el jardín de juegos, Sino
estrellas y planetas girando. Los pequeños se asombraron al observarlo y comprenderlo TODO, que a la vez es NADA...
Al observar la naturaleza podemos
notar cómo todos los elementos están dispuestos en perfecta armonía, todos los
seres del reino natural obran en un mismo coro para formar la sinfonía cósmica.
El agua que fluye amoldándose a su
medio, la caña que se mece flexible junto a los vientos, los árboles que crecen
naturalmente a través de las zonas de menor tensión en el espacio. Todo se
desarrolla a través del entramado universal formando una obra viviente que
pulsa su energía sin objetivo, sin anhelos, sólo manifiestan su propia existencia,
su propia esencia, simplemente son.
En contra parte el ser humano tiene la
facultad de contradecir esta naturaleza, que no es sólo una naturaleza externa,
sino que forma parte internamente del propio ser humano, es decir, el ser
humano tiene la facultad de ir en contra de su propia naturaleza. El hombre-mujer
es capaz de construir un pilar de hormigón en medio de este paisaje onírico,
irrumpiendo con el flujo de energía primigenio que nos aúna, dificultando la comunicación
entre su mundo externo y su mundo interno, entre su consciente y su
inconsciente. Es así como las dificultades y las angustias aparecen. Aquél
pilar de hormigón, aquél edificio, aquella casa, aquella respuesta, aquella
reacción, aquellas palabras duras, aquellas frustraciones que aparecen cuando “no
pasa lo que YO quiero que pase” están fuera de la armonía y representan la
voluntad del ser humano que pasa por sobre la voluntad de la naturaleza
universal. Cuando nuestra voluntad pasa
por encima de la voluntad del universo comenzamos a encontrarnos con obstáculos
y caminos difíciles, expresiones como “El trabajo duro” y “Sudar para ganar el
pan” son la evidencia. Estas creencias y paradigmas que hemos dejado que penetren
profundo en nuestras vidas generan toda clase de situaciones en donde se deben
sufrir penurias para alcanzar las metas.
¿Estamos
libres de esto?, ¿Puede haber otro camino?.
Si aprendemos a reconocer cuándo
está actuando nuestra voluntad egoísta, por sobre el camino natural de los
acontecimientos, si aprendemos a equilibrar nuestro corazón y nuestra razón, si
logramos unir nuestro ser fragmentado, podríamos llegar a cambiar el paradigma
de la existencia humana, acabar con la ilusión de separatidad, terminar con el
sufrimiento innecesario y sublimar la maravillosa esencia del ser para disfrutar
la vida simplemente viviéndola en estado de unidad con nosotros mismos, con
nuestros pares y con todos los seres.
Seríamos la caña de azúcar
meciéndose al viento y no en contra del viento. Seríamos el agua que fluye por
el río, no contra la roca. Seríamos el amor unificador y no el miedo
separatista.
El gigante sin ya ser gigante apuntó a uno de los niños mientras miraba
al cielo desde dentro del huevo de colores:
- No hay nada... entre tú y yo... - Hizo una
pausa - entre yo y tú no existe espacio alguno, todo espacio es ilusión...
Somos uno.
Daniel H.V
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