La
ansiedad es inseguridad del futuro y constituye además parte de una de las tantas
manifestaciones del miedo. Si supiéramos que nada nos hará falta en un momento
posterior, entonces la ansiedad desaparecería. Este estado se observa con mayor
frecuencia en personas que suelen maquinar excesivamente ideas y planes en su
mundo mental o que intentan anticiparse demasiado (incluso controlar) sucesos y
situaciones futuras. Este hábito de anticiparse a cada evento y/o necesidad de
control provoca estrés interno que, como hemos visto anteriormente, se manifiesta en el cuerpo físico. El
problema no termina ahí, ya que el miedo y la inseguridad producen deseos de
búsqueda de satisfacciones para ser mitigados, pero no cualquier satisfacción,
sino la satisfacción inmediata: Aprobación social, consumismo, relaciones dañinas,
apetito desmedido, obsesión por el cuerpo, sexo, drogas, etc. todo tipo de
actividades que se utilizan inconscientemente y de manera sutil (pues pasan
inadvertidas diariamente) para desentenderse de la sensación de inseguridad.
Posteriormente si esta conducta de búsqueda de satisfacción inmediata y nociva
se perpetúa en el tiempo, termina convirtiéndose en adicciones autodestructivas
manifiestas física, social y emocionalmente. Debemos estar conscientes de que
intentar controlar el futuro forma parte de una idea ilusoria, ya que no
podemos controlar algo que aún no ha ocurrido. Es en este punto en donde esta
clase de actitudes busca su justificación tomando el nombre de virtudes que no
le pertenecen, ser organizado o precavido nada tiene que ver con: especular,
suponer, elucubrar y maquinar; por otra parte la razón efectivamente comprende
que los eventos pueden cambiar y que existe la posibilidad de que sucedan
imprevistos, para los cuales se inicia por detrás del pensamiento voluntario de
la persona una rueda de pensamientos que intenta cubrir las especuladas necesidades
para cada uno de los eventos que supuestamente podrían ocurrir, es decir, “Intentar
tener todo cubierto”. Aun así nada es seguro y una razón aguda sabe que pueden presentarse
incluso los más inesperados escenarios, perpetuando así el estado ansioso desde
detrás de la mente desbocada del sujeto.
Existe
una delgada línea que separa la virtud del vicio, para poder reconocer en qué
lado de la línea estamos debemos detenernos.
Preguntarnos
qué es lo que nos motiva a actuar de tal o de cual manera:
¿De
dónde proviene realmente este apetito de aprobación, comida, consumismo,
drogas, sexo, etc.?.
Preguntarnos
el porqué hacemos lo que estamos haciendo:
¿Por
qué elegimos relacionarnos con quienes nos relacionamos? ¿qué encuentro en
ellos?, ¿qué es lo que generan en mí?.
Para
esto necesitamos dejar de estar constantemente haciendo cosas sin pensar, sin
sentir y sin saber porqué. Parar en medio del caos, sentarse, silenciarse,
aquietar la mente, esperar y observar.
A
veces uno simplemente se viste de viejos hábitos, de antiguos yoes que quizás
alguna vez servían, pero que actualmente ya no son útiles y que sólo
obstaculizan nuestro propio bienestar y el de la gente que nos rodea.
Daniel
H.V.-
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